El clima de Honduras, moldeado por su ubicación geográfica tropical, ofrece un espectáculo natural encantador a lo largo de los 365 días del año. A pesar de su característica tropical, el clima varía notablemente según la región, influenciado por su proximidad tanto al Caribe como al Pacífico, su altitud y la diversidad de su flora.
En cuanto a las estaciones del año, Honduras, dada su cercanía al ecuador, se distingue por dos periodos principales: la estación lluviosa y la estación seca. A diferencia de los países del hemisferio norte, aquí las cuatro estaciones no se perciben con la misma nitidez.
Temporada lluviosa
La temporada o estación lluviosa inicia en mayo y concluye en noviembre, en el periodo de mayo a julio, algunos días se presentan lluvias prolongadas principalmente por la tarde, aunque también se da lugar a la “canícula” o “veranillo”, un breve lapso de calor intenso y escasas precipitaciones entre julio y agosto.
La temporada de lluvias, es crucial para la economía del país, la agricultura y el abastecimiento de agua potable, así como para la generación de energía hidroeléctrica. Este periodo se suele llamar el periodo de invierno o la temporada lluviosa.
Ahora bien, de los meses de agosto a noviembre las temperaturas son un poco más cálidas, las lluvias suelen presentarse esporádicamente, o suelen haber periodos cortos de frente fríos que interrumpen con los días de sol.
Temporada seca
En esta época también suelen presentarse masas de aire polar del ártico, dando paso a los frentes fríos que caracterizan este periodo hasta febrero. Sin embargo, la presencia del sol sigue siendo notable, especialmente en los meses más calurosos, marzo y abril, conocidos como el “verano”, época ideal para disfrutar de los destinos paradisíacos de playas y arena.
La evolución climática en Honduras es un fenómeno cautivador que marca el ritmo de las estaciones con precisión y armonía. La transición de la estación seca a la lluviosa, y viceversa, dibuja un cuadro vigoroso de cambios en la duración de los días y las noches, guiado por los eventos astronómicos más destacados.
El inicio de la estación seca, en noviembre, coincide con el cese de las lluvias y el comienzo de un periodo más fresco. A medida que el mes avanza, las noches se alargan y los días se acortan, culminando en el solsticio de invierno a finales de diciembre, marcando la noche más larga del año. Sin embargo, el equinoccio de primavera a finales de marzo devuelve el equilibrio, restableciendo la igualdad entre el día y la noche.
Con la llegada de mayo, la temporada lluviosa trae consigo días más largos que las noches, preparando el escenario para el solsticio de verano a finales de junio, el apogeo del día más largo del año. Luego, el equinoccio de otoño en septiembre devuelve la simetría, marcando el inicio del declive hacia la estación seca, que se reinicia en noviembre.
Solsticio y equinoccio
Los solsticios y equinoccios, momentos de transición celestial, dan forma a nuestro clima. El solsticio de verano, que coincide con la estación seca, marca el inicio del invierno en el hemisferio norte y del verano en el hemisferio sur. Por otro lado, el solsticio de invierno, durante la temporada lluviosa, marca el comienzo del verano en el norte y del invierno en el sur.
Los equinoccios, símbolos de equilibrio, también tienen su papel en la danza estacional. El equinoccio de primavera, durante la estación seca, da la bienvenida a la primavera en el norte y al otoño en el sur. Mientras tanto, el equinoccio de otoño, en la temporada lluviosa, señala el inicio del otoño en el norte y de la primavera en el sur.
En medio de este ballet cósmico, encontramos los días más cortos y más largos del año, testigos de la danza eterna entre la luz y la oscuridad. Entre el 21 y el 22 de diciembre, Honduras y el hemisferio norte experimentan el día más corto, mientras que entre el 20 y el 21 de junio, celebramos el esplendor del día más largo, y en el hemisferio sur se abraza la brevedad de la luz.