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  • Una mirada al mundo literario de Claudio Barrera
Published by 1ngenio on 8 de marzo de 2024

Una mirada al mundo literario de Claudio Barrera

Nació el 17 de septiembre de 1912 en La Ceiba, cabecera del departamento de Atlántida, Honduras. Aunque su verdadero nombre era el de Vicente Alemán, ha pasado a la historia de las Letras hispanoamericanas por su seudónimo literario de Claudio Barrera. Fue seguidor del chileno Pablo Neruda y del el español Federico García Lorca, está considerado como uno de los mejores representantes de la vanguardia en la literatura centroamericana del siglo XX, así como una de las figuras más destacadas, en las Letras hondureñas, de la generación de 1935.

Obras:

La pregunta infinita (1939).

Brotes hondos (1942).

Cantos democráticos al General Morazán (1944).

Fechas de sangre (1946).

Las liturgias del sueño (1948).

Recuento de la imagen (1951).

La estrella de la cruz (1953).

Poesía completa (1956).

La cosecha (1957).

Pregones de Tegucigalpa (1961).

Poemas (1968).

Hojas de otoño (1969).

14 de julio (1969).

Canciones para un niño de seis años (1972).

La danza caribe del Yancunú.

Un pedazo de tierra.

La mujer vegetal.

Amor de mansedumbre.

 

A continuación algunos de sus poemas:

La Doble Canción

Yo, sembrador de ideas.

Tú, sembrador de trigo.

Tendamos nuestras manos al pobre que es amigo.

Busquemos el abrigo de todas nuestras penas

en un inmenso abrazo.

 

Juntemos los arados que van de brazo en brazo

con nuestra gran idea que va de mente en mente…

Y así seremos fuertes llamándonos amigos.

Tú, sembrador de trigo Yo, sembrador de ideas.

 

Juntemos nuestras penas para aterrar verdugos.

Tú que amasas la carne de todos mis mendrugos,

en pago quiero darte la lumbre en tu camino:

los dos somos muy fuertes,

pero somos cobardes con un mismo destino.

 

Empecemos la lucha.

Yo levanto las teas.

Tú levanta los brazos.

Abrazos en las masas

de todos lo trigales

y todas las ideas.

 

Cambiarás tus arados por gritos de protesta

y habrá fiesta en la Tierra, en el mar y en el cielo

cuando miren que todos nos sentimos amigos,

y entonces, con las manos, unidas, como hermanos,

alzaremos las teas…

 

Yo con la fuerza enorme de todas mis ideas.

Tú con la verde espiga cortada de tus trigos.

 

La mujer vegetal

Mujer ¡eres distinta! En ti no es la aventura,

ni la pasión absurda, ni la emoción fugaz…

El árbol de la vida se prende a tu cintura

con un convencimiento de presencia frutal.

 

Enraizada en tus sueños juega la clorofila

y ruedan las corolas en tu voz de cristal.

En las ramas del tiempo deshojas tus pupilas

y el otoño en tus manos empieza a amarillear.

 

Parada sobre el surco de una espera latente

tu ramazón de sueños presiente el vendaval.

El mar de los deseos golpea suavemente

con sus olas ilímites tu posición solar.

 

Enraizada en la muerte —casi desvanecida—

te sorprende el crepúsculo, muchacha singular.

No es de tierra y paisajes tu soledad herida

sino de una infinita tristeza vegetal.

 

En la higuera silvestre, en la presencia ruda

de la albahaca y acaso por la flor matinal,

te amaré más que nunca tropical y desnuda

y te urdiré en mis brazos con devoción juncal.

 

Toda la selva humana tendrá un prestigio nuevo.

Árboles carcomidos no te podrán rozar.

Y estarás frente al hombre —divinizadamente—

con sólo tu presencia de rosa vertical.

 

La danza caribe del Yancunú

Zumba la cumba del Yancunú

caribe danza,

danza africana,

ritmo del viejo ritmo vudú.

Camasque cría sus negros zambos.

Zambas que danzan al son del tun.

Suda que brinca,

brinca que suda,

mientras trepidan por las rodillas

los caracoles del Yancunú.

Tun y tun y tun

van repitiendo.

Y el zambo zumba su bombo ronco

como eco recio del africano

rito pagano,

rito vudú.

África grita,

tiembla y trepita:

Tun y tun y tun…

Los negros zumban junto a sus bombos.

Danzan y sudan

zambas y zambos

entre el escándalo del Yancunú.

Oh, dios rabioso.

que tumba y zumba

tienes el alma de un misterioso

temblor pagano con su tabú.

Rito africano

que allá en Camasque

tiene el desastre

de las marinas conchas rosadas

del Yancunú.

Tun y tun y tun

van repìtiendo.

Y el mar contesta de tumbo a tumbo

la misma música de Tumbuctú

y entre la playa se ve lo negro

del rito orático del tun y tun…

Los cocos silban despavoridos

al ver la danza del Yancunú,

mientras contestan los hicacales

el ronco acento del tun… tun… tun…

Un pedazo de tierra

 Un pedazo de tierra,

es también paz y sombra y compañía.

Además de pedazo de tierra.

Es amor en la ausencia

y es la caricia grata

que da la compañera.

Además de pedazo de tierra.

Es el hijo que nace igual que las espigas

y los granos de trigo.

Es la novia, la madre y el amigo.

Además de pedazo de tierra.

Es casi el corazón latiendo a gritos

en la paz de los patios.

Es algo que jamás se nos separa,

algo que está en nosotros.

Además de pedazo de tierra.

Es canto que se pega a los labios

como un beso del viento.

Es el temblor del agua en el invierno

y el verano sediento.

Un pedazo de tierra es compañía

porque es sangre y espíritu

y nos hace vivir

con la diafanidad de la poesía.

Un pedazo de tierra

es sepulcro y es grata compañía…

 

Amor de mansedumbre

 Señor, ¡qué mansedumbre la del amor pequeño!

El amor que se queda silencioso en la espera

sabiendo que no llega ni siquiera en el sueño.

Señor, ¡qué mansedumbre la del amor pequeño!

 

He visto el alma humana de rodillas, y pienso

que desgarrado el sueño nada importa la espera

porque si llega un día será un instante inmenso.

 

Y oirán por la vez última una voz conmovida

que ni ofende a la muerte ni suplica a la vida

sino que humilde, humilde, como un amor pequeño,

pide que le devuelvan la devoción del sueño.

 

Señor, ¡qué mansedumbre la del amor pequeño!

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