Nació el 17 de septiembre de 1912 en La Ceiba, cabecera del departamento de Atlántida, Honduras. Aunque su verdadero nombre era el de Vicente Alemán, ha pasado a la historia de las Letras hispanoamericanas por su seudónimo literario de Claudio Barrera. Fue seguidor del chileno Pablo Neruda y del el español Federico García Lorca, está considerado como uno de los mejores representantes de la vanguardia en la literatura centroamericana del siglo XX, así como una de las figuras más destacadas, en las Letras hondureñas, de la generación de 1935.
La pregunta infinita (1939).
Brotes hondos (1942).
Cantos democráticos al General Morazán (1944).
Fechas de sangre (1946).
Las liturgias del sueño (1948).
Recuento de la imagen (1951).
La estrella de la cruz (1953).
Poesía completa (1956).
La cosecha (1957).
Pregones de Tegucigalpa (1961).
Poemas (1968).
Hojas de otoño (1969).
14 de julio (1969).
Canciones para un niño de seis años (1972).
La danza caribe del Yancunú.
Un pedazo de tierra.
La mujer vegetal.
Amor de mansedumbre.
Yo, sembrador de ideas.
Tú, sembrador de trigo.
Tendamos nuestras manos al pobre que es amigo.
Busquemos el abrigo de todas nuestras penas
en un inmenso abrazo.
Juntemos los arados que van de brazo en brazo
con nuestra gran idea que va de mente en mente…
Y así seremos fuertes llamándonos amigos.
Tú, sembrador de trigo Yo, sembrador de ideas.
Juntemos nuestras penas para aterrar verdugos.
Tú que amasas la carne de todos mis mendrugos,
en pago quiero darte la lumbre en tu camino:
los dos somos muy fuertes,
pero somos cobardes con un mismo destino.
Empecemos la lucha.
Yo levanto las teas.
Tú levanta los brazos.
Abrazos en las masas
de todos lo trigales
y todas las ideas.
Cambiarás tus arados por gritos de protesta
y habrá fiesta en la Tierra, en el mar y en el cielo
cuando miren que todos nos sentimos amigos,
y entonces, con las manos, unidas, como hermanos,
alzaremos las teas…
Yo con la fuerza enorme de todas mis ideas.
Tú con la verde espiga cortada de tus trigos.
Mujer ¡eres distinta! En ti no es la aventura,
ni la pasión absurda, ni la emoción fugaz…
El árbol de la vida se prende a tu cintura
con un convencimiento de presencia frutal.
Enraizada en tus sueños juega la clorofila
y ruedan las corolas en tu voz de cristal.
En las ramas del tiempo deshojas tus pupilas
y el otoño en tus manos empieza a amarillear.
Parada sobre el surco de una espera latente
tu ramazón de sueños presiente el vendaval.
El mar de los deseos golpea suavemente
con sus olas ilímites tu posición solar.
Enraizada en la muerte —casi desvanecida—
te sorprende el crepúsculo, muchacha singular.
No es de tierra y paisajes tu soledad herida
sino de una infinita tristeza vegetal.
En la higuera silvestre, en la presencia ruda
de la albahaca y acaso por la flor matinal,
te amaré más que nunca tropical y desnuda
y te urdiré en mis brazos con devoción juncal.
Toda la selva humana tendrá un prestigio nuevo.
Árboles carcomidos no te podrán rozar.
Y estarás frente al hombre —divinizadamente—
con sólo tu presencia de rosa vertical.
Zumba la cumba del Yancunú
caribe danza,
danza africana,
ritmo del viejo ritmo vudú.
Camasque cría sus negros zambos.
Zambas que danzan al son del tun.
Suda que brinca,
brinca que suda,
mientras trepidan por las rodillas
los caracoles del Yancunú.
Tun y tun y tun
van repitiendo.
Y el zambo zumba su bombo ronco
como eco recio del africano
rito pagano,
rito vudú.
África grita,
tiembla y trepita:
Tun y tun y tun…
Los negros zumban junto a sus bombos.
Danzan y sudan
zambas y zambos
entre el escándalo del Yancunú.
Oh, dios rabioso.
que tumba y zumba
tienes el alma de un misterioso
temblor pagano con su tabú.
Rito africano
que allá en Camasque
tiene el desastre
de las marinas conchas rosadas
del Yancunú.
Tun y tun y tun
van repìtiendo.
Y el mar contesta de tumbo a tumbo
la misma música de Tumbuctú
y entre la playa se ve lo negro
del rito orático del tun y tun…
Los cocos silban despavoridos
al ver la danza del Yancunú,
mientras contestan los hicacales
el ronco acento del tun… tun… tun…
Un pedazo de tierra,
es también paz y sombra y compañía.
Además de pedazo de tierra.
Es amor en la ausencia
y es la caricia grata
que da la compañera.
Además de pedazo de tierra.
Es el hijo que nace igual que las espigas
y los granos de trigo.
Es la novia, la madre y el amigo.
Además de pedazo de tierra.
Es casi el corazón latiendo a gritos
en la paz de los patios.
Es algo que jamás se nos separa,
algo que está en nosotros.
Además de pedazo de tierra.
Es canto que se pega a los labios
como un beso del viento.
Es el temblor del agua en el invierno
y el verano sediento.
Un pedazo de tierra es compañía
porque es sangre y espíritu
y nos hace vivir
con la diafanidad de la poesía.
Un pedazo de tierra
es sepulcro y es grata compañía…
Señor, ¡qué mansedumbre la del amor pequeño!
El amor que se queda silencioso en la espera
sabiendo que no llega ni siquiera en el sueño.
Señor, ¡qué mansedumbre la del amor pequeño!
He visto el alma humana de rodillas, y pienso
que desgarrado el sueño nada importa la espera
porque si llega un día será un instante inmenso.
Y oirán por la vez última una voz conmovida
que ni ofende a la muerte ni suplica a la vida
sino que humilde, humilde, como un amor pequeño,
pide que le devuelvan la devoción del sueño.
Señor, ¡qué mansedumbre la del amor pequeño!