José Froylán de Jesús Turcios Canelas. Escritor que nació el 7 de julio de 1875 en Juticalpa y murió el 19 de noviembre de 1943 en Costa Rica. Reconocido por ser un poeta, narrador, editor, periodista y antólogo hondureño. Fue un cuentista de finos rasgos preciosistas, inclinándose a los temas violentos. Inició en Honduras en el siglo XX el género del cuento. Además de cultivar la poesía preciosista, elaboró sus relatos como filigranas estilísticas.
Su primera novela fue El Vampiro, cuyo tema gira alrededor de la muerte, una escritura con estilo modernista publicada en 1910. En el año 1911 publica otra famosa novela más breve, titulada El Fantasma Blanco.
Froylán Turcios, fue uno de los hombres más influyente de Honduras durante el siglo XX y es considerado como uno de los hombres más intelectuales de Honduras a principios del siglo XX.
Mariposas (1895),
Renglones (1899),
Hojas de otoño (1905),
Prosas nuevas (1914),
Floresita sonora (1915),
Cuentos del amor y de la muerte (1930),
Páginas del ayer (1932), y
Cuentos completos (1995).
Su más famosa obra literaria es la oración al hondureño.
¡Bendiga Dios la pródiga tierra en que nací! Fecunden el sol y las lluvias sus
campos labrantíos; florezcan sus industrias y todas sus riquezas esplendan
magníficas bajo su cielo de zafiro.
Mi corazón y mi pensamiento, en una sola voluntad, exaltarán su nombre, en
un constante esfuerzo por su cultura.
Número en acción en la conquista de sus altos valores morales, factor
permanente de la paz y del trabajo, me sumaré a sus energías; en el hogar, en
la sociedad o en los negocios públicos, en cualquier aspecto de mi destino,
siempre tendré presente mi obligación ineludible de contribuir a la gloria de
Honduras.
Huiré del alcohol y del juego, y de todo cuanto pueda disminuir mi
personalidad, para merecer el honor de figurar entre sus hijos mejores.
Respetaré sus símbolos eternos y la memoria de sus próceres, admirando a sus
hombres ilustres y a todos los que sobresalgan por enaltecerla.
Y no olvidaré jamás que mi primer deber será, en todo tiempo, defender con
valor su soberanía, su integridad territorial, su dignidad de nación
independiente; prefiriendo morir mil veces antes que ver profanado su suelo,
roto su escudo, vencido su brillante pabellón.
¡Bendiga Dios la prodiga tierra en que nací!
Libre y civilizada, agrande su poder en los tiempos y brille su nombre en las
amplias conquistas de la justicia y del derecho.
A continuación algunos de sus escritos:
La virgen de los quince años, que nunca había amado, en una tarde escarlata interrogó al hombre taciturno sobre algunas cosas del alma. Le interrogó más bien con la mirada profunda que con los labios floridos.
-El amor es una embriaguez divina. Es la suprema angustia y la suprema delicia. Amar es sufrir, es sentir dentro del espíritu todas las tempestades y todas las alegrías. Es vivir una vida fantástica, impregnada de tristeza y de perfumes. Es soñar dulces cosas a la hora del crepúsculo y cosas extrañas en la callada medianoche. Es llevar constantemente en las pupilas la imagen de la mujer querida, y en el oído su voz, y en todo el ser la gloria de su encanto.
Ella le miraba sonriendo misteriosamente.
El continuó: -No sé lo que una mujer pueda pensar y sentir; pero me imagino que en ustedes las sensaciones son más sutiles y más hondas. -Habla usted de tristeza y de sufrimiento -exclamó ella-, y yo creíía que en el amor no cabían esas palabras.
Yo me he referido únicamente al amor sin esperanza -murmuró en voz baja el taciturno-. Al hablar de tristeza y de sufrimiento me he referido al amor sin esperanza. He dicho la emoción de amar; pero no la de sentirme amado.
-Usted, pues, ¿jamás ha sido amado?
-He sido amado locamente por mujeres blancas y tristes, por vírgenes morenas y ardientes. He sido amado por muchas criaturas seductoras. Las he sentido sollozar en mis brazos y jugar con mis cabellos y cubrirme de besos apasionados. Pero en el fondo de mi alma he permanecido impasible, frío ante tus caricias.
-Entonces- dijo la jovencita-, ¿no conoce usted la verdadero placer de sentirse amado?
Porque si usted no amaba, no podía gozar con el amor de las otras…
-Sí, ciertamente, no he gozado con el amor de las otras.
-No conoce usted- dijo ella gravemente- el placer de ser amado. O quizá no habrá sentido el amor.
-No conozco ese placer. Es decir, conozco, ahora, el amor; pero no la felicidad de
sentirme amado. Diera la vida por una hora de esa felicidad. Usted es la única en el
mundo que pudiera dármela.
Ella no contestó.
Pero entre la llama violeta del crepúsculo, la vio temblar y ponerse pálida.
¡Inmortal paladín legendario!
Hoy tu nombre se ha escrito en la historia
Con la lumbre de esplendida gloria
Que irradio de tu triste calvario.
No es un canto de honor funerario
el que arrulla tu grata memoria,
ni es tu fama la fama ilusoria
de un fugaz y apagado incensario.
Si tu vida extinguió el retroceso,
tu brillante y audaz pensamiento
Será estrella polar del progreso.
Y veremos cumplido tu ideal
Cuando flote, orgullosa, en el viento
La bandera de la Unión Nacional.
Antes que verte triste y humillada,
esclava de un tirano al torpe acento
que te hiera indefensa en el tormento
con sangrienta y horrible bofetada:
Antes de que te mire encadenada,
sin ambición, sin luz, sin pensamiento,
pisoteados los fueros de talento
por los fueros del rifle y de la espada;
antes que ver idolatrado tu suelo
bajo la planta ruin de un tiranuelo
que te lance el desprecio de su risa;
antes que ver vencida tu bandera,
en escombros mirarte prefiriera,
legendaria Numancia, hecha ceniza.
Vuelan sobre el verdor de la sabana
con torpes alas que el cansancio oprime,
mientras el viento de la tarde gime
y el sol tramonta en la extensión lejana.
Persiguen sin cesar a la indefensa
culebra que se oculta en los gramales
o inmóviles calientan los nidales
en un rincón de la llanura inmensa.
Del espeso follaje en la verdura
juntos dormitan en la noche obscura
de cruel invierno en las glaciales horas;
y al fulgor de las lunas del verano
perturban, anunciando las auroras,
sus roncos gritos la quietud del llano.
Turban con su visión mi ánima inquieta
seres y cosas de diverso modo.
Me obsesiona tenaz una secreta
ansia profunda de saberlo todo.
Almas y formas sin cesar escruto.
Voy tras la luz y cuanto miro observo:
Desde el genial filósofo hasta el bruto,
desde el rebuzno estolido hasta el verbo!
La obscura flor, la piedra rutilante, el insecto, el reptil, el astro errante, la vida y la emoción, la muerte, el numen;
toda la ciencia, la verdad y el mito,
anhela contener en su infinito
mi espíritu en un mágico resumen.
Está lloviendo. La bruma
cubre la calle desierta,
y yo sufro el melancólico
dolor de las cosas viejas.
Imágenes del pasado,
rosas de la primavera,
van resurgiendo en mi espíritu
y aumentando mi tristeza.
Sigue cayendo la lluvia
con su pertinaz cadencia,
fría, monótona y triste,
lluvia de llanto y pena…
Duelo de las cosas idas,
luz de las noches serenas,
divinas horas lejanas
tan profundamente muertas…
Abro un álbum de memorias,
libro de las cosas viejas,
y me llega al corazón
un vago olor de hojas secas.
Surgió lenta la luna en el otero:
recuéstome en el musgo plateado
y de luz y de sueños embriagado
a la serrana de mi amor espero.
Pronto veré en mis brazos prisionero
de su cuerpo el tesoro perfumado
Oigo el ritmo del viento sobre el prado
y el rumor de su paso en el sendero.
¡Late mi corazón enternecido!
Ave que huye del materno nido,
es para mí su gracia encantadora.
—¡Te amo!—la virgen trémula murmura.—
Y mientras tiemblo absorto en su hermosura
ella en silencio me acaricia y llora.
Tierra de luz y de íntima fragancia
que en mi recuerdo de ilusión fulgura,
fértil región de insólita hermosura,
carmen de amor donde corrió mi infancia;
Vasto jardín fecundo que mis horas
perfumó con sus rosas y claveles,
que coronó mi musa de laureles
y me ofrendó sus músicas sonoras;
A ti, pródigo edén por quién suspira
mi corazón en la gran paz nocturna,
van los vagos acordes de mi lira
entre el rumor universal dispersos:
¡qué a ti revuela mi alma taciturna
en el arcano ritmo de mis versos!
Las nubes con sus formas caprichosas
revolando impelidas por el viento,
me hicieron pensar por un momento
en la efímera vida de las cosas.
Al cambiar sus figuras vaporosas,
al empuje del raudo movimiento,
las creyó el visionario pensamiento
alas de gigantescas mariposas.
Ora fingen tropel de extraños seres,
siluetas de fantásticas mujeres,
o visiones de un mágico espejismo;
pórticos de palacios imperiales
errando en la locura del abismo.
El verbo de este libro es una llama
donde la flor de la ilusión perece.
La cantárida vive. El mal florece
y un veneno sutil la sangre inflama.
Su olor no es de verbena ni retama
y un hálito de pólenes parece:
bajo el fuego del sol se desvanece
y dice al hombre: ¡fecundiza y ama!
Libro caliente de emoción sentida,
Amargo y cruel como sangrienta herida,
pérfido y dulce y de un saber profundo,
en cuyas hondas frases entreveo
todo el dolor del inmortal deseo
que da la vida y que estremece al mundo.
El sátiro bestial quedó jadeante
admirando la carne palpitante
de la virgen pletórica de vida:
vio el nido de su seno perfumado
y tembló del lascivia el desdichado,
con la fiebre en las venas encendida.
Echada en la otomana, silenciosa,
en actitud hierática, la hermosa,
en sus pupilas el fulgor de un astro,
parecía satánica escultura,
modelada su espléndida hermosura
en un trozo de pálido alabastro.
De su ardiente locura en el exceso,
frenético tal vez por darla un beso
y de rasgar sus virginales galas,
el sátiro aherroja quedo muerto
mientras el ángel con suspiro incierto
y femenil desprecio abrió las alas.
Baila sobre el marmóreo pavimento
y su forma impecable y peregrina
en una leve ondulación felina
puebla de aromas el dormido viento.
Florece de pasión su movimiento,
sonríe de placer su faz divina,
y su trágico espíritu ilumina
el fulgor de un relámpago sangriento.
Entorna las pupilas soñadoras,
su cabellera fúlgida desata;
y en la gloria inmortal de su belleza
ve al terminar sus danzas tentadoras
en una fuente de bruñida plata
del Bautista la cárdena cabeza.