Enclavado en la altura del Cerro de El Picacho, en la capital hondureña, Tegucigalpa, yace un monumento que trasciende imponente sobre el Parque Naciones Unidas, el monumento al Cristo de “El Picacho”. Este imponente ícono artístico, elevándose a 1,327 metros sobre el nivel del mar, como un guardián silente del horizonte, personifica no solo la devoción espiritual de muchos, sino también la habilidad artística y la perseverancia humana.
Concebida por el virtuoso escultor hondureño Mario Zamora Alcántara, esta obra magistral es una alegoría del “Cristo Resucitado”, ascendiendo triunfante hacia los cielos. Su creación comenzó en 1997 y fue inaugurado el 16 de agosto de 1998. La figura principal, un Cristo que se yergue hasta alcanzar los 20 metros de altura, descansa sobre un pedestal de 12 metros, obteniendo así una altura de 32 metros.
Este monumento de concreto y fibra de vidrio, con 2,500 toneladas de peso, requirió meses de arduo trabajo para su fundición y ensamblaje, con un costo de alrededor de 8 millones de lempiras. Se alza como un faro de espiritualidad, visible desde kilómetros de distancia y como testigo silente de los acontecimientos del tiempo y la historia.
Los números mismos rinden homenaje a su grandiosidad; atributos que le han merecido el honor de ser considerado una de las 30 Maravillas de Honduras, ocupando el puesto número 27 de esta lista. El Cristo del Picacho también entra en la lista de las «estatuas de Jesús» más grandes del mundo; Junto a las espléndidas figuras de fe, como el Cristo de la Concordia en Cochabamba, Bolivia, que se alza majestuoso a 40.44 metros, el icónico Cristo Redentor en Río de Janeiro, Brasil, que abraza los cielos con sus 38 metros, y el conmovedor Cristo del Pacífico en Lima, Perú, que se levanta a 37 metros.
La escultura no es solo un punto focal en el horizonte, sino también un punto de partida para la exploración y el descubrimiento. A los alrededores del monumento, se encuentra el Zoológico Rosy Walther, un refugio que alberga una variada colección de especies animales. Al igual puedes visitar el jardín metropolitano que resguarda más de 80 especies de plantas exóticas que añaden un matiz de color y fragancia a la experiencia.
Para los ávidos de aventura, el Cerro de El Picacho ofrece emocionantes actividades como el canopy, una oportunidad única de 800 metros de distancia, atravesando los árboles y abrazando la belleza natural del entorno fuera de la percepción común. Cinco estaciones te llevarán por una aventura llena de adrenalina a alturas entre 50 y 60 metros del suelo. Al igual se encuentra el puente colgante para aquellos que requieren menos adrenalina, pero que buscan atesorar momentos inolvidables con amigos y familiares.
Asimismo, en El Picacho, aguardan rincones de reflexión. La Plaza de la Filosofía rinde tributo a grandes pensadores de la humanidad, presentando sus bustos y breves reseñas de sus contribuciones intelectuales. Y la Plaza Confucio, un espacio dedicado al insigne pensador, invita a los visitantes a meditar sobre sus sabias enseñanzas.
No es solo el gélido concreto que se levantan en el Cerro de El Picacho, sino la esencia misma de la fe, la tenacidad humana y la maravilla artística. El Monumento al “Cristo del Picacho” trasciende su papel como monumento y se convierte en un símbolo cultural y como emblema de fe para muchos hondureños.